Capítulo 08

Donde se cuentan más hechos.

Un nuevo y distinto día se inicia a primera hora para todos los habitantes de esta parte de la Tierra. Para mi sorpresa no se escuchan tiros matutinos en la Plaza Patera. En cambio, sí se puede escuchar una trompeta agonizando y un órgano distorsionado por la escasa habilidad de los músicos —por llamarlos de alguna manera— que los tocan.

Era típico en estas fechas estivales despertarse en esa zona de la ciudad a los sones de unas raras melodías que pretendían asemejarse a la conocida canción de tuna «Clavelitos» —aquella, amigo lector, que todos hemos cantado alguna vez con ocho copas de más en el cuerpo—. Pero bueno, aquel matrimonio gitano tenía que ganarse la vida de algún modo para alimentar a sus siete churumbeles y a su cabra trompetista.

Tras el reconocimiento del público por la memorable actuación, salieron de la Plaza bajo una lluvia de monedas, tiradas a mala leche y a dar, y de piedras de escaso valor arqueológico.

Paco y Rúper se despertaron al oír los gritos de socorro del matrimonio tecno. Como todos recordaréis, y si no os lo recuerdo, habían dormido ellos dos solos en el piso okupado, ya que Leandro Gata estaba criando malvas desde el día anterior.

No obstante, no se iban a quedar sin compañero de piso por mucho tiempo, ya que el puesto del yonqui iba a ser ocupado por otro amigo de Chusti: Aníbal Neario. De este personaje hay que destacar su deslumbrante y cegadora inteligencia, comparable a la de Vicky el vikingo. Pero he aquí unos rasgos de la vida de Aníbal Neario:

Nació en un lugar de la Mancha de cuyo nombre no pretendo acordarme (¿de qué me suena esta frase?). Desde niño se interesó por la música y así, recién cumplidos los veintiuno, ingresó en la banda filarmónica de Cuenca, en la cual tocó el triángulo dos años hasta ser ascendido al puesto de «pandereta». El mismo año de su ascenso aprendió a contar hasta seis usando sólo una mano y sin repetir ni un dedo (¿?). Esto le permitió obtener una beca de «Decorador de Botijos» de la Universidad Deusto. Marchó al País Vasco en pos del éxito y allí escuchó al grupo que le cambiaría su vida: La Polla Records. Después de adaptar su imagen externa a su nueva ideología, aprobó unas oposiciones para «segurata» del Congreso de los Diputados. Este trabajo lo dejó a los pocos meses por motivos de salud mental, ya que sufría constantes alucinaciones. De hecho, declaró en la oficina del INEM:

«El Congreso de los Diputados es como un castillo encantado. Desde que entro hasta que salgo no paro de ver fantasmas por todas partes».

Poco después volvió al hogar paterno. Pero ocurrió algo inesperado: su padre, descontento por la temporada del Real Madrid, lo echó de casa acusándole de gafe. Con el corazón en un puño, el rabo entre las piernas, dos palmos de narices, haciendo de tripas corazón y si te he visto no me acuerdo, se marchó a Holanda.

En el país de los tulipanes, la droga libre y todas esas cosas, conoció a otro hijo de la piel de toro: Chusti Ziero. Los dos se hicieron grandes amigos de Torrebruno durante una semana de locura y juerga en Amsterdam. Después de esos días no se han vuelto a reunir jamás los dos amigos y medio.

Hay muchos más detalles de la vida de Aníbal que me he saltado, bien por no ser relevantes de momento, bien porque aún no los conozco. En cualquier caso, la información adicional que se precise para entender la personalidad, el carácter, etc, de Aníbal, se irá facilitando en páginas sucesivas de este auténtico despilfarro de calidad, arte, juventud y tiempo libre. Pero sigamos con la historia donde la dejamos.

Paco y Rúper despertaron con la esperanza de que todo lo que les había sucedido hubiera sido sólo una pesadilla. Pero no. Se equivocaron, erraron, fallaron o, dicho más claro… estaban de mierda hasta el cuello de la camisa de Romay.

Apenas habían abierto las persianas de sus párpados cuando distinguieron una cresta de color rojo ceniza que se erguía sobre la cabeza negra de un punky de origen africano. La cabeza era la de Aníbal Neario, el cual se presentó a sus nuevos colegas.

—¿Qué pasa, troncos? ¿Cómo lo lleváis? Soy un colega de Chusti venío de Holanda pa ve el mogollón que se tiene montao. Me llamo Aníbal Neario y tengo entendío que vusotro sois Rúper y Paco.-

—En efecto, así es —confirmé.

—Pues venga, vámono a desayuná duna ve, que no he comío na desde que salí d’Holanda. Casi muero d’hambre pidiendo limosna en Cataluña. Menos ma que llevaba una botella dagua y una foto de un pollo asao.

—¿Una foto? ¿Y de qué te sirvió? —inquirió Paco.

—De mucho, colega. Cuando tenía hambre la miraba y se me iba. Es que yo como ma po los ojos cotra cosa, ¿sabes? —aclaró Aníbal hojeando el libro del Arguiñano.

—Pues bueno, desayunemos. ¿Te apetece un buen zumo de nueces? —le preguntó Rúper mientras enchufaba la licuadora.

—Lo que tú quieras. ¡Mientras no me toque exprimirlas a mí! Es que yo no tengo pasiensia —reconoció tumbándose en un sofá con forma de ravioli.

En quince minutos desayunaron, pasaron de fregar y se lavaron la cara. Con el rostro y los cabellos limpios se centraron en el tema de qué hacer después. Paco sugirió la primera idea.

—Vamos a la Tasca Gao, nos pedimos unas cervezas y nos las mamamos.

—Eso. Y después nos tomamo las cervesas —añadió Aníbal.

Inmediatamente partieron hacia la Tasca Gao, donde hablaron del paro en España, el hambre en Mónaco y las enfermedades venéreas de los jazmines. Cada uno defendían puntos de vista distintos pero que convergían a las mismas conclusiones, por lo cual pronto se pusieron de acuerdo en todo. Y en ese momento, cuando intentaban resumir las ideas principales en una hoja de papel de aluminio, entraron Chusti, dos viejas cotillas, Esther Nocleido +Toideo y el resto de la banda.

Aníbal, sentado al lado de Javier Nestrece, dejó escapar la siguiente frase:

—Tengo ganas de ve al cabrón de Hassam.

—¿A Hassam? ¿Hassam Tander? Pues creo que llegas algo tarde. Se lo llevaron por delante hace unos días y nadie sabe quién lo hizo —aclaró Jaime Tadona.

—¡Menuda putá! Tengo caveriguar quién lo hiso —masculló Aníbal preocupado.

—Tranqui, colega. La bofia también lo está buscando. Dicen que, incluso, han llegado a meté peña de estrangis por aquí para vé si descubren algo. Como yo me eche a la cara a los espías esos… les hago un campo de golf en el pecho con la recortada —sentenció el punky.

—Creo que no lentiendes, Chusti —dijo Aníbal mirando a su interlocutor de soslayo—. Hassam y yo teníamos negosios juntos. Yo le mandaba costo, camuflado en bozales de cocodrilos, y tripis, escondíos en albums de fotos del Fary.

—¿Del Fary? ¡Así cualquiera! ¡A ver quién es el valiente que va a registrar eso! —comentó Andrés Aberastury.

—¿Y qué pasa? Pareces preocupado —dije haciéndome el longuis.

—Pues pasa que Hassam guardaba tos los benefisios en un lugá secreto que sólo él y otra persona conosían. Yo calculo que habíamos ganao ya uno vinticuatro millones de pesetas. Creo que lotra persona que conosía lescondite se lo ha cargao pa trincar el dinero —señaló.

—¿Y quién es esa persona? —inquirió una viejecita acercando su trompetilla a Aníbal.

—No tengo ni sorra. Hassam nunca me lo dijo. A desir verdad, a veces tenía la impresión de que estaba hablando yo solo por teléfono. Él no decía ni pío. Imaginaos que no recuerdo ni su vos.

—Hassam se quedó mudo después de irte tú a Holanda por segunda vez. Se había pasado tres meses llamando a un teléfono erótico japonés y no resistió la impresión de ver aquella cifra en el recibo de Telefónica. Los médicos intentaron todo: medicamentos, psicoanálisis, acupuntura, medicina natural, el 69, electroshock, lobotomías… y nada —explicó Jaime Tadona abriendo una cerveza con la nuez.

—Bien, esto explica muchas cosas. De todas formas he de localisá al tipo y al dinero antes que lo haga la pasma y mi pasta se dedique a finansiar alguna campaña elestoral, guerra u similar.

—Si empiezas a indagar tú por tu cuenta pronto se dará cuenta de que pasa algo raro. Más vale que se encargue alguien que no levante sospechas. Alguien que parezca imbécil e inofensivo. Yo se lo encargaría a estos dos —dijo Esther Nocleido +Toideo señalando a Rúper y Paco.

—Creo que es una güena idea —confirmó Chusti.

—A mí me parese bien si ellos quieren… seguí vivos —aprobó Aníbal.

—Es una idea cojonuda. Nunca hemos estado más de acuerdo en algo, ¿verdad, Paco?

—Claro, Rúper —afirmó el periodista mirando el enorme machete que Aníbal se traía entre manos.

Esto favorecía a los periodistas porque ahora podrían ir a su libre albedrío investigando sin que Chusti y los suyos sospecharan de ellos. Claro que si alguien de otra banda se enterara de que habían millones en juego, sus vidas podrían valer menos que un preservativo de segunda mano (o de segunda… ya sabes). Por esta razón pidieron discreción —otro pareado de los buenos, ¿eh, colega lector?—.

Aclarada la cuestión, se prosiguió con el tema de la reunión del día siguiente (el 3 CABRONES, nombre clave; te lo recuerdo). Chusti dio varias premisas básicas en cuanto a la estrategia que debían seguir en caso de que hubieran brotes de violencia. Poco después sincronizaron los relojes y estudiaron todo minuciosamente pero muy por encima —¿me explico, no?—. Con el plan sabido cada uno se fue por su lado. Rúper y Paco le dijeron a Aníbal que iban a atar unos cabos sueltos referentes al caso de Hassam y que debían ausentarse del barrio todo el día, cosa a la que el punk de color accedió sin darle la menor importancia.

La realidad no tenía el más mínimo parecido con la verdad, como dijo Milikito. Los periodistas pretendían tomarse el resto del día de descanso en su piso céntrico. También querían aprovechar para contarle al inspector las últimas incidencias del caso, indagar en el historial de Aníbal y comentar algo de la influencia del polen en la desaparición de los dinosaurios. Llevados por estas buenas intenciones y un autobús lleno de viajeros sudorosos, llegaron a su ruinoso portal en el centro de la ciudad. Rúper saltó por encima del indigente que pedía tumbado en la puerta y subió las escalera con una velocidad digna de unos Juegos Florales de esos.

Paco hizo exactamente lo mismo pero de forma diferente, aunque el resultado fue idéntico ya que ambos se encontraron ante la puerta carcomida de su piso.

Rúper metió la mano debajo del felpudo y entre gritos descubrió una trampa para ratones. Su compañero le indicó entonces que la llave se la habían dejado puesta en la cerradura.

—Pasa tú delante y dime cómo está el piso. Debe estar lleno de polvo —presumió Rúper mientras se chupaba los dedos amoratados.

Paco tocó la llave y la puerta cayó con gran estruendo al suelo. Entró a su morada y salió en seguida asegurando que no había suciedad. «Está limpio», dijo. Y, efectivamente, lo estaba. No había ni polvo, ni suciedad, ni televisor, ni muebles… ni nada.

—Sólo un idiota como tú se dejaría la llave puesta en esta zona de la ciudad —gritaba Rúper mientras intentaba estrangular a su compañero.

—Sebas…, Sebas…, Sebas Tardo… él sabrá algo —murmuró el reportero gráfico.

Sin pensarlo dos veces los periodistas se plantaron ante la puerta de su vecino, el que vivía en el sexto piso, justo al lado del sótano. Sebas Tardo, pues así se llamaba el susodicho, era un individuo sibilino y crápula. Se dedicaba al trapicheo, contrabando y tráfico de todo tipo de mercancías robadas (o, como él decía, sin dueño conocido).

Paco se destrozó los nudillos con la puerta y cinco o diez minutos después apareció Sebas Tardo con la bolsa del punk.

—¿Me buscaban? —preguntó.

—Sí. Queremos hablar de negocios —dijo Rúper.

—¿Quienes sois?

—Somos nosotros.

Y, en efecto, eran ellos.

—¿Y qué deseáis de este honrado ciudadano?

—Queremos un televisor Filips, con euroconector, PALCOLOR, teletexto y sonido estéreo de última hornada —dejó caer Paco.

—¡Vaya! No sabía que los jóvenes entendierais tanto de hornos. Por cierto, habéis tenido una suerte enorme. Tengo uno así. Regalo de unos vecinos, ya sabéis. Pero, ¿qué más queréis?

—Nos gustaría conseguir un armario empotrado con mando a distancia y un abuelo en desuso.

—Bien, os alabo el gusto. Por cierto, que también tengo eso. ¿Qué más queréis?

—Una bici estática como la usada por Indurain en el Tour, un jarrón chino de la dinastía Ming, una cámara de vídeo, una cámara de fotos Nikon, una taza de water Roca, una fusta de sado, una lata de berberechos, una nevera con congelador de 300 litros…

—¡Increíble, por cierto! Por cierto, ¡qué suerte tenéis! Tengo todo lo que queréis. Por cierto, ¿queréis algo más? —preguntó Sebas emocionado.

—Tu cabeza en una bandeja —contestó Rúper.

—¡Eeeeh! Pero… ¿Qué dice? ¿Está usted loco? Por cierto, ¿cuánto me darían por la bandeja? Tengo una de oro de 114 quilates que…

—¿No nos conoces, patán? Somos Rúper y Paco, tus vecinos. Hemos venido a por nuestras cosas. Vamos a salir un momento. Si cuando volvamos no está todo en nuestro piso y perfectamente desordenado como estaba, puede que tu mujer se quede viuda —amenazó Paco.

—No os había reconocido. Por cierto, ¿por qué lleváis esas crestas de colores?

—Para pasar desapercibidos y no llamar la atención. Es evidente —aclaré.

Apenas contesté, Rúper bajó a la calle y Paco subió al piso para dejar a su abuelo. Después se reunió con su compañero y fueron al Quiosco Nozco para comprar la prensa (El Mundo, La Gaceta de los Negocios, el Playboy, el Penthouse y cuatro más similares) y pipas. Tras abonar el coste de la información se largaron cagando leches a la comisaría 69.

El inspector Nillo, al verles, soltó el cuello del sujeto al que estaba interrogando y se acercó a ellos. Los periodistas le pusieron al corriente de todas las novedades. El policía se quedó flipado con las noticias.

—¡Qué esta en la siudat Anibar Neario? Ese individuo es peo quer diablo. Por lo meno sabemo que él no ha matado a Hassam, a no ser que…

—¿A no ser… qué? —preguntó un individuo detenido por espionaje.

—A no ser que él tenga er dinero y quiera haser creer a arguien que no lo tiene. Puede que quiera engañar a esa tersera persona que sabía todo. De todas formas, la sola presensia de Aníbal es una dificurta añadida a la investigasión.

—¿Por qué? —preguntó un lector como tú (¿puedo tutearte, no?).

—Mire uted, señó lestor. Anibar, hase años, delató a Chusti tras matá a un agente que iba dincógnitos. También nos avisó cuando Chusti regresó a la Plasa Patera. A cambio, Anibar obtuvo una rebaja de cuarenta y ocho minutos en una condena que tenía pendiente y que luego no cumplió, pues se fugó y huyó a Holanda y allí se hiso amigo de Chusti. Perdimos nuestro mejó confidente. Pero eso no e lo peo. Creemo que sa vuelto idiota de tanto ásido que sa metío en er serebro y eso e peligroso. Si ese dividuo se pone ar frente de la banda de Chusti puede montá una guerra sivil como la der 45. Ademá, tenemo costansia pero no pruebas de que tuvo muxo que ve en lo der Kennedy, el Güatergeit, el divorsio der Julio Iglesias y la Isaber, en er guión de la serie entera de Rocky y en no sé cuántas calamidade má. Po lo tanto, anden con pi de promo, orejas levantada, ojo avizó y pelo en pecho —les recomendó finalmente el oficial.

—A propósito, mañana, entre el Cementerio y el Chema Tanzas, se celebra el 3 CABRONES, o sea, el III Congreso de Bandas Rabiosas Organizadas…

—Ya lo sabemo, señó Rupe. Lo han anunsiado hoy en er Telecupón.

Con esta sorpresa en el cuerpo, los periodistas se abrieron a su piso, donde contemplaron con satisfacción que Sebas Tardo les había devuelto todo.

Satisfechos, salieron a cenar por ahí con dos sombreros cubriéndoles las crestas. Tras un momento de duda entre ir a un chino, un italiano o tirar de hamburguesa, se decidieron por el único restaurante nigeriano de la ciudad.

Con el estómago medio lleno, o medio vacío (según el optimismo/pesimismo con que se mire), volvieron a su morada para repasar unos informes sobre la banda de Chusti que el inspector les había facilitado (y que, en verdad, no eran más que los capítulos anteriores de este libro más un dossier secreto).

Qué sorpresa se llevaron al leer que varios de nuestros «padres de la patria» habían tenido relación con Chusti. No voy a dar nombres porque mis abogados así me lo han aconsejado. En fin, Dios los cría, ellos se juntan y el pueblo, pobre infeliz, los votan.

¿Ya tienes tus primeros sospechosos?
¿¿Nooo?? Deberías cambiar tu dieta,
tomar algo con más fósforo…
Coincido con tus padres en que últimamente no discurres demasiado.
Pasas demasiado tiempo enfrascado en esta obra magnífica
y en ese reportaje de Pamela Anderson del Playboy, ¿no crees?

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