Pocos científicos han osado a lo largo de la historia indagar en los límites de la naturaleza humana como este personaje que nos ocupa. Anthony del Mont es, para parte de sus colegas de profesión, un innovador, un avezado investigador, un explorador de los intrincados caminos del dolor humano. Para muchos otros, Anthony fue el inspirador de movimientos subversivos tan reprobables como el nazismo, Operación Triunfo o el Ku Kux Klan.
Anthony hizo en curso por correspondencia de Neurocirugía y al acabarlo montó su consulta frente a un campamento minero de Arkansas, allá por 1896. Su lema siempre fue “hay que atacar al dolor en su raíz” y así lo hizo toda su vida.
Un día, contemplando las detonaciones de los mineros intentando encontrar nuevos yacimientos, se le ocurrió la idea de usar dinamita para extirpar ciertos tipos de callosidades y tumores.
Esta ruidosa etapa, plagada de innumerables “tropiezos”, nos dejó un importante legado con su famosa “Teoría sobre la desintegración”. Poco a poco, mientras iba diezmando la población minera, fue mejorando su método al comprender que dos quilos de dinamita pegados al callo de un pie podían resultar excesivos para cualquiera.
Estos pequeños fracasos le fueron desanimando. Tal vez también influyó en su ánimo el grupo de mineros que intentaron colgarle, al volatilizar al encargado de las nóminas, cuando intentaba extirpar una almorrana.
Finalmente, viéndose al borde de la quiebra por el alto precio de la dinamita y por no considerar moral cobrar antes de las intervenciones, decidió volver a recuperar su prestigio poco a poco. Abrió consulta en un pequeño pueblo de Wyoming llamado Little Town. A continuación recuperamos el testimonio de Bonnie Ryder, su enfermera y ama de llaves durante seis años.
“─El señor Flagerty llegó a la consulta con el pie derecho hinchado. El doctor lo examinó y dictaminó: “este hinchazón puede deberse a la picadura de una avispa. Habrá que amputar para poder estudiar el pie con detenimiento.
─¿Amputar? ─preguntó el señor Flagerty bastante nervioso. Si no me duele tanto.
─¿Desde cuándo siente molestias?
─Desde esta mañana, cuando me cayó la puerta del armario en el pie.
─Tal vez sea casualidad o tal vez no. Consideremos esta posibilidad. ¿La puerta era de pino o de roble?
─De pino.
─Me lo temía. La cosa es seria. Podemos hacer dos cosas: amputar o aplicar un método secreto para calmarle.
─El método secreto suena bien. Más que nada porque me acabo de comprar un par de mocasines y no aceptan devoluciones.
─¿Ve lo que pasa por comprar en rebajas? En fin, apoye su brazo sobre la mesa y extienda la mano con los dedos separados.
─Doctor, si me alivia el dolor del pie estoy dispuesto a pagarle 50$.
Siguiendo las instrucciones del médico colocó su brazo tal y como le había explicado. ¿Se trataría de ese innovador método, llamado acupuntura, que vio aplicar a un chino en una función circense?
Anthony del Mont cogió una pala minera, su único recuerdo de su primera etapa, y le aplastó violentamente la mano con ella. Flagerty soltó dos lágrimas de forma tan brusca que una de ellas golpeó el candil y casi incendió la consulta.
─¿Lo ve? Ahora le duele tanto la mano que ya se ha olvidado de lo demás. ¿Verdad?
El señor Flagerty daba saltos por la consulta agarrándose la mano. Seguramente intentaba demostrar que el dolor del pie había desaparecido y ya estaba curado.
─Si le duele la mano puedo aplicarle otro remedio secreto…
─No, no, estoy perfecto ─aseguraba Flagerty entre lágrimas (tal vez de emoción). Tome sus 50$ y gracias.”
Otro testimonio de Bonnie Ryder nos habla del último caso del doctor. En aquella ocasión recibió la visita de una condesa que, atraída por la fama del joven licenciado, acudió para encontrar un remedio a sus migrañas.
“─¿Cuándo siente esos dolores de cabeza.
─Cada vez que me despierto de hacer la siesta.
─¿La hace con su marido?
─Bueno, el ensaya a mi lado mientras yo descanso. Es muy aficionado a la música.
─Interesante. ¿Qué instrumento toca su marido?
─El gong. Y no vea con que ímpetu. ¿Cree que puede tener algo que ver?
─Puede ser. ¿Cuánto dura el ensayo?
─Dos horas, igual que mi siesta. Aunque también ensaya antes de levantarse una hora, mientras yo duermo.
─¿Es bueno tocando?
─Ya lo creo. No nos queda ninguna ventana del palacete con cristales.
─Tal vez esa sea la clave. Las corrientes de aire. Recuerdo un caso de un paciente que intentó acabar con un tornado absorbiéndolo con un embudo y un tubo de goma. ¡Qué muerte tan horrible! Se le revolvieron todas las tripas.
─Me imagino…
─En fin, lo mejor será extirpar el problema de raíz. ¿Le duele la cabeza, no? Pues no se preocupe. Según el doctor Roberspierre, que alcanzó gran reputación en Francia, un pueblo de Europa, un gran país, hay un método infalible para estos casos. Además, él lo usó mucho con la gente noble como usted. ─¿De verdad? ¿Qué tengo que hacer?
─Es muy sencillo. Apoye la cabeza aquí y mire hacia abajo…
─¿No me dolerá, verdad?
─No se preocupé. El doctor Roberspierre jamás recibió ninguna protesta de sus pacientes.
Cuando el doctor, cargado de buena voluntad, se disponía a poner en funcionamiento su máquina milagrosa dos policías entraron por la ventana y le cosieron a tiros. Después, reconocieron que se habían equivocado de dirección y pidieron disculpas.
La condesa, contrariada por seguir con sus migrañas volvió a su casa decepcionada. Llena de rabia le pegó una patada al gong y de la vibración al señor conde le estalló el ojo de cristal y murió. Las migrañas desaparecieron poco después, con lo que podemos asegurar que el origen del problema era la promiscuidad del conde y la insatisfacción de la noble mujer.”
Y bueno, eso es todo. La semana que viene volveremos con la biografía del Dr. Frenchie, que demostró la existencia de unos nuevos elementos químicos, conocidos como gases nobles, con la ayuda del Duque de Calabria y dos platos de fabada asturiana. Gracias por todo.
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