Capítulo 02

¡Levántate y anda!

¿Cómo pudo pasar? No lo sé. Toda la prensa se hizo eco del suceso, desde los principales diarios económicos, deportivos y prensa del corazón  hasta, incluso, el libro Guinness. Sí, amigo, habíamos batido un récord. Fuimos la primera empresa que pasa de los beneficios a la quiebra en apenas dieciocho horas.

Por lo visto el mercado no estaba preparado para asimilar el concepto futurista que yo había propuesto, aunque los restantes cuatrocientos operarios no pensaban lo mismo y llegaron a amenazarme.

La diosa fortuna se burlaba otra vez de mí. Sin trabajo, sin planes inmediatos y sin un destino claro. Mi fugaz éxito, mi eterno fracaso, sus sonrisas y sus lágrimas, todo pasaba por mi cabeza. Quería poner orden en medio de la entropía de mi sistema nervioso pero la adversidad, mi vieja amiga, me volvía a tender la mano. Mi vida parecía, cada vez más, una mala partida del juego de la Oca, pues después de tanto tiempo había vuelto al punto de partida.

Cuando las luces del atardecer me despertaron intenté concentrarme en qué había hecho mal. ¿Dónde estaba el error? ¿Por qué mis inventos no funcionaban? ¿Por qué el éxito me driblaba con tanta facilidad? ¿Por qué se fue ella con el monitor de aeróbic? ¿Acaso no sabría que él era gay? Si se le notaba a quince kilómetros de distancia…

Pero en ese momento lo único importante era yo. Debía retomar el rumbo de mis pasos. Y así, tan decidido como de costumbre, abandoné mi cama, me metí en la ducha, resbalé y, entre el vapor del agua caliente y la inconsciencia, tuve una visión de un ángel, con cierto parecido a la play-mate del mes anterior, que me aconsejaba buscar un empleo en el que pudiera desarrollar mis capacidades.

—Eso es. Trabajaré en algo que me guste de verdad —dije mirando al cielo.

De repente me encontré a mí mismo haciendo una lista con las cosas que mejor se me daban. Tras quince minutos de esfuerzo mental concluí anotando la única actividad que era capaz de realizar de forma incansable: dormir. Momentos después, ojeando una publicación sobre el mercado laboral, constate que mis oportunidades de realizarme laboralmente iban a ser realmente muy escasas a no ser que tuviera alguna capacidad oculta.

Los conceptos “trabajo creativo”, “buena remuneración” y “horario flexible” no aparecían simultáneamente en ningún anuncio. Mi desánimo crecía y sólo se me ocurría una solución para librarme de esta sensación de vacío. Resolví actuar como lo había hecho toda mi vida cada vez que se me planteaba un problema: hacer la siesta.

Y así, al levantarme, mucho más optimista y con las pilas cargadas, recompuse la revista de empleo y seguí buscando. Llegué a la última página sin haber encontrado nada que me pareciese interesante, por lo que dejé caer el periódico al suelo. Las hojas se desparramaron y apareció ante mí un anuncio que me había pasado inadvertido.

«CONVIERTASE EN ENTRENADOR PROFESIONAL

¿Sabe lo que gana Camacho, Fabio Capello o Alex Fergusson? Una vida plagada de éxitos le espera si se matricula en nuestro X Curso de Trainer Internacional. Contamos con monitores de la talla de Yojan Cruiz,   Chus Jidin y Luis de Aragón.

«Matricúlese ya y entrará en el sorteo de un viaje a los Pirineos en un trasatlántico de lujo.»

Era lo que había deseado hacer toda mi vida: entrenar a un equipo deportivo (a poder ser, femenino para celebrar en la ducha las victorias y, tal vez, incluso las derrotas). Además, los profesores parecían de renombre, aunque no me sonaba ninguno porque a mí el ciclismo nunca me había interesado.

Mi instinto me indicaba que la suerte estaba de mi lado. Tenía que enviar un sms con las palabras “fama y dinero” al número que facilitaban y ellos me mandarían un poema de amor (¿?),   la melodía con una canción buena de los engendros de Operación Triunfo y la fecha y lugar para la entrevista para informarme de la matrícula en el curso. Tal como supuse recibí un mensaje que decía:

“Las cebollas crecen en el campo,

las caries en la boca,

y algo crece en mis gayumbos blancos

cada vez que me tocas”.

El poema romántico, lo que se dice romántico, no parecía mucho. Tal vez yo estaba un poco fuera de onda, no sé. Seguí leyendo el mensaje. Ponía una hora y un lugar, pero de la melodía de la canción buena ni rastro (esto no me extrañó demasiado). También me informaba de la obligación de abonar doscientos euros, en concepto de tasas de matriculación, así como me indicaba también otro número de teléfono para confirmar la conveniencia de la hora para la entrevista.

Por lo tanto, sólo me quedaba lo más fácil: pasar la entrevista, intentar aprender lo máximo en las tres horas lectivas que comprendían el curso y empezar a contar fajos de billetes.

El destino, ese viejo zorro, me tenía reservado esto. Por eso me había hecho fracasar en todos mis anteriores tentativas. Por eso me había puteado hasta entonces. Toda mi vida había sido una prueba para ver si era digno de este incipiente paseo por la senda de la gloria. La fama y el triunfo, los yates y las mansiones, los cheques y las chicas, estaban ahí, detrás del escaparate de mis sueños, a unas   horas de distancia.

Descolgué el teléfono y   llamé. Pitido inicial y después…

—Buenas tardes, soy Judith. Llevo una camiseta mojada y tengo calor. Creo que voy a desnudarme lentamente. Dime, ¿qué quieres que haga? —preguntaba una amable joven con tono cansado, casi jadeante.

—Buenas, Judith, ¿no? Quiero que me des información sobre el Master de Fútbol —respondí.

—¿Ehhh? Un momento, por favor. !MAAAARIIIIIIIIOOOO¡ ¡UN PALOOOMMMOOOO! Ponte en seguida —gritó ella mientras avisaba al director de la Academia.

Esperé un par de minutos hasta poder establecer contacto con la persona responsable del curso. Mientras tanto, tal vez para combatir su soledad, Judith me explicó algo sobre sus braguitas.

—Sí, joven, dígame…

—He leído su anuncio y estoy interesado en hacerme millonario y todo eso. Estoy dispuesto aunque tenga que trabajar una semana más —le expliqué mostrando mi voluntad y capacidad de sacrificio.

—Por lo que veo tiene usted el perfil adecuado. Son pichones… perdón, caballeros como usted, los que necesitamos para sacar adelante el fútbol español. Y dígame, ¿usted sabe mucho de fútbol?

—Bueno, como todo el mundo, supongo. Aunque, para ser sincero, tengo que reconocer que tampoco lo sigo mucho, porque en cuanto llevan un par de sets me aburro de tanto pan, pan, para aquí y para allí. Pero si hace falta ver alguna partida entera… pues mire usted, por mí no será.

—Joven, ¿usted es real?

—¿Cómo dice? —pregunté inquieto.

—Perdone, quiero decir que es usted demasiado perfecto para este Master. Es gente como usted lo que necesitamos pero, por desgracia, no hay muchos así. Debería matricularse cuanto antes. Si tiene papel y boli tome nota de la dirección…

—No hace falta. En el mensaje venía.

—Bueno, esa es la antigua. Hace un momento nos hemos trasladado. Es que somos una entidad muy dinámica, ¿sabe? Apunte, apunte, ¿tiene boli, no? Calle Alfonso Equis “El Sabio”…

Memoricé las señas y me vestí elegantemente para dar buena imagen en la entrevista. Poco después cogí el autobús y me abrí a la Academia.

Al principio me sorprendió el comprobar que en lugar de unas instalaciones modernas se utilizase una caravana, pero el director me explicó que las actuales teorías de gestión empresarial aconsejaban a las empresas deshacerse de activos fijos en favor de otras fórmulas como el renting, el leasing y el lease-back.

Mantuvimos una amena conversación sobre la evolución de la “Administración” y el “Management”, la importancia del “Marketing” como factor estratégico y el exhuberante perfil de la última chica Wonderbra. Pero al final, después de varias divagaciones masculinas sobre el último tema, volvimos a centrarnos en el asunto que me había llevado allí.

—Y bien, ¿cuándo puedo empezar? —pregunté emocionado.

—Ahora mismo, en unos minutos. Vamos a aprovechar que han venido otros cinco pardi…, digo, alumnos, para iniciar las clases inmediatamente. Son ustedes, a simple vista, una promoción de lujo —reconoció el director.

Miré a mis compañeros con sorpresa, pues cuatro de mis compañeros parecían un poco retrasados pero, seguramente, yo no tenía esa perspicacia y esas dotes psicológicas que los años de experiencia le habían dado a este profesional de la enseñanza. Además, como se suele decir: las cosas no son lo que parecen.

Entramos a la caravana y nos acomodamos en el suelo. Nos proporcionaron todos los materiales necesarios para seguir las explicaciones sin perder detalle. A saber: un boli y dos folios por barba. El profesor, cuya cabeza abrazaban dos enormes patillas a lo Curro Jiménez, se presentó como Yojan Cruiz e inició la lección. Empezó por los fundamentos básicos.

—Dentro de tres horas van a ser ustedes Entrenadores Internacionales de Fútbol. El fútbol, como tal, es un deporte que se practica con los pies…

—Perdone, señor, también se puede usar la cabeza, ¿no? —preguntó el que parecía más normal de mis compañeros (es decir, el que no llevaba ningún globo atado a la muñeca).

—No se me distraigan. En el fútbol se usa los pies, en el ajedrez la cabeza. Por favor, no me interrumpan para preguntar tonterías. Sigamos. Como decía antes de que me interrumpiera el pelota de su compañero, el fútbol se juega con los pies y ante una cámara de televisión. Entonces, tomen nota porque esto es importante, según el tipo de cámara empleado tenemos dos tipos de fútbol: el abierto y el codificado o de pago por visión. ¿Me siguen, no?

—No corra tanto, que me pierdo —pidió otro compañero.

—Sigamos. El campo de fútbol es un terreno cubierto de césped, con unas rayas blancas carentes de significado delimitándolo y con unas porterías en los extremos. El objetivo del juego es, precisamente, meter la pelota en esas porterías. Al jugador que más veces mete la pelota en la portería se le da un trofeo al final de la temporada acreditándole como Pelotero Mayor, en inglés Pichichi.

—¿Y una vez metida la pelota en la portería que se hace? —inquirió un compañero poniendo a prueba al maestro.

—Cuando esto sucede recuperamos el saque, nos abrazamos al primero que pase por allí y gritamos “GOLF” pues acabamos de “meter un chicharro”. Hay que ser cuidadosos con todos los detalles y respetuosos con el adversario. Por ello, guardaremos los cortes de manga para el final del partido. Eso sí, sólo en caso en haber metido más chicharros en la portería del contrario que ellos en la nuestra. Y, con esto, acabamos el tema de “Fundamentos Futbolísticos”. Ahora viene el tema de “Sistemas de Juego”. Este, como es un poco rollo y no es importante para   entrenar a un equipo internacional, nos lo vamos a saltar. Vamos a seguir con el tema de “Competiciones”…

—Señor profesor, ¿puedo ir al servicio?

—Aguante, que este tema es interesante. En el fútbol hay varias competiciones. Por orden de importancia son: la Liga, la Copa de Europa, la Copa del Rey, la UEFA, la Recopa, la Supercopa, la Intercontinental, la Eurocopa y el Mundial. Al equipo que gana todas éstas se dice que ha ganado un Grand Slam y se le invita a participar en la Superbowl, que es algo así como lo máximo en este deporte.

—Señor profesor, creo que me he meado encima.

—¡Lo qué faltaba! Con esa actitud usted a lo máximo que puede aspirar a entrenar es a un semifinalista. No lo olvide. Vamos a seguir, tras esta interrupción, con el tema de los jugadores. Los jugadores pueden ser de varios tipos: porteros, defensas, medios o delanteros. Realmente, se dividen en ricos y pobres. Los ricos se denominan en inglés «cracks», por el ruido que hacen sus huesos cuando reciben las patadas de envidia de los pobres. No obstante, conviene tener muchos “cracks” en nuestro equipo por si necesitamos un préstamo, por ejemplo. Una vez tenemos los jugadores debemos alinearlos. Alinear un jugador consiste en apuntar su nombre en una hoja. Aunque, para evitar tener que aprendernos los nombres, podemos apuntar su número. Esto se hace para que los entrenadores griegos puedan conformar un equipo, ya que a ver quién es el guapo que no se lía con lo de “Papadopoulos”, “Adonolopoulos”, “Cristonodopoulos” y todos esos apellidos raros. Una vez tenemos la lista hecha se la pasaremos al locutor del estadio para que cada uno salude al oír su nombre. Y bien, con esto ya sabemos todo lo importante para crear nuestra primera alineación, ya que las demás dejaremos que nos las haga la prensa y así evitaremos quebraderos de cabeza.

—¿Y cómo sabemos cuando un jugador está preparado para jugar?

—¡Excelente pregunta! Un jugador está listo para jugar cuando se ha atado la última bota, ya que de lo contrario podría pisarse un cordón, caer y provocarnos lo que se conoce como “vergüenza ajena”. Esto me lo subrayan ya que es tremendamente importante.

—¡Hay que ver todo lo que sabe usted! —reconoció un compañero admirado.

—Es que son muchos años de experiencia y de profundo estudio. Sigamos. En el fútbol hay que distinguir varios tipos de lanzamientos. “Lanzamiento de falta”, con o sin barrera. Consiste en poner la pelota en el suelo, coger carrerilla y pegarle con todas nuestras fuerzas. Si es sin barrera apuntaremos a la portería y, si es con barrera, apuntaremos por debajo de la cintura de los miembros de la barrera empleando más fuerza si cabe. Esto es especialmente importante si el otro equipo ya ha hecho todos los cambios. Luego tenemos el “lanzamiento de penalti”. Esta modalidad se suele hacer sin barrera y cerca de la portería. Es la más sencilla, por lo que casi siempre gritaremos “GOLF” después de realizarse. No obstante, conviene estar preparado ante el fracaso para gritar “¡BURRO!” si nuestro jugador es el que le ha pegado la patada al balón, u “¡OLE TUS HUEVOS!” si nuestro jugador es el que está debajo de la portería y ha evitado que el contrario grite “GOLF”. Debéis aprender bien qué grito se usa en cada circunstancia para no provocar enfados en vuestra afición. El siguiente tipo de lanzamiento es el «Lanzamiento a la piscina», muy habitual en waterpolo. Se denomina así a la caída de un jugador, por deficiencias en su alimentación o abuso del tabaco, cuando llega desfondado al área. Y, por último, tenemos el lanzamiento más complejo porque el sujeto está en movimiento y podemos ser sancionados si nos filma una cámara. Es el “Lanzamiento al árbitro”. Este es todo un clásico, aunque hoy día se está perdiendo su práctica ya que las autoridades no lo ven con buenos ojos. Como entrenadores nunca daréis instrucciones a los jugadores sobre esta última modalidad, aunque sí sobre las anteriores. Y bien, con esto ya estáis preparados para llevar a cualquier equipo a la final del próximo Mundial. Enhorabuena a todos.

Aplaudimos emocionados. Habíamos asimilado décadas de conocimientos futbolísticos en cuestión de minutos. Ni siquiera necesitamos consumir las tres horas de formación del curso, ya que éramos la mejor promoción que este docto profesor había tenido el honor de ilustrar. Sin duda, estábamos hechos de una pasta especial, la pasta con la que se forjan los campeones, la pasta con la que se crean las leyendas.

La ceremonia de entrega de los diplomas fue bastante sencilla. Yo recibí el mío con lágrimas incontenidas de emoción y, de no ser por la irrupción de la Guardia Civil, hubiera dado las gracias al profe y a los compis por todo su apoyo.

—¡No os preocupéis! Se trata de un error. Iros corriendo con vuestros diplomas antes de que os cojan para testifi… quiero decir, antes de que os quiten los diplomas para falsificarlos y poner su nombre —nos advirtió el director de la academia mientras varios agentes lo reducían.

—Con lo que me ha costado sacarme el título a mí no me lo quita ni mi padre —dije antes de salir corriendo de la caravana.

Cinco minutos después estaba a salvo de las envidiosas intenciones de los picolos. Mi nueva vida empezaba. Ahora sólo debía encontrar un equipo puntero en el que repartir mi sabiduría recién adquirida.

Mi moral estaba por las nubes. Mi capacidad de absorción, envidiada hasta por la bayeta Villeda, había obrado en mí un milagro: la transformación. De simple mortal había pasado a inmediato triunfador del panorama futbolero. Yo era uno de los pocos elegidos a los que mi gran maestro había iluminado con su ciencia deportiva.

Los cimientos estaban puestos y su solidez era indudable. Ahora sólo había que poner un tejado y unos pocos tabiques. Es decir, la sabiduría residía en mí pero tenía que encontrar, lo antes posible, un equipo lo bastante grande como para poder asimilar mi salario de superestrella (o sea, unos dos mil euros mensuales).

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