Capítulo 09

Un día extraño de mi extraña vida

A pesar de una existencia crápula, con peligrosos coqueteos etílicos de fines de semana, de vez en cuando surge la imperiosa necesidad de bajarse del tren y ver en qué estación estás. No importa la edad, sino que es tu propia desorientación la que te obliga a reflexionar sobre tu pasado, tu borroso presente y tu dudoso futuro.

Por eso, ese sábado no iba a ser un sábado cualquiera; lo había decidido ya. Iba a dedicarme a la serena contemplación de la vida, o mejor dicho, de la vida de los demás, para, tal vez, encontrar un sentido a la precaria existencia humana. Este estado metafísico, esta incipiente espiritualidad, me había surgido la tarde anterior al ver los engendros que acudían de invitados a los programas televisivos. El mundo se iba a la mierda y yo iba a variar su rumbo.

Ciertamente, como ya habrán adivinado tres o cuatro lectores (la cifra total de lectores es bastante más grande que esa cantidad, casi el doble), estaba de un pesimismo subido, casi depresivo. A diferencia de otros seres de dudoso equilibrio mental, que acaban en un psiquiátrico o intentan poner fin a sus vidas cortándose las venas con un cuchillo jamonero aún impregnado de turrón de las navidades pasadas, yo nunca encontré útil tal estado y por ello siempre he lucido mi maravillosa sonrisa. Pero esta vez era distinta, una sensación de vacío y de duda me invadían.

Mi amigo, Johnny Cotina, me llamó por teléfono y quedé con él a las 0 horas, no sin antes prometerle que, por primera vez en mi vida y sin servir de precedente, iba a ser puntual. Y así fue (o casi). A la hora convenida cené, entré en la ducha y me cambié. Después me quité la ropa mojada y busqué desesperado algo que ponerme. Con una camisa de mi hermano (unas doce tallas mayor que la mía) y unos pantalones de carnaval de mi padre (unas doce tallas menor que la mía) salí a la calle.

Johnny, al que se le escapaban pocos detalles, me miró con semblante grave antes de caer al suelo de la risa. Yo tosí torvamente para que se diera cuenta de que empezaba a sentirme ofendido, ante lo cual él se levantó y enjugando sus felices lágrimas subió al coche.

─¿No te habrás vuelto a duchar vestido, verdad? ─preguntó con un leve deje irónico.

─Es por culpa de las prisas. Desde que me has llamado hasta ahora sólo he tenido tres horas y media. No he podido ni acabarme la cena. Creo que estoy estresado, aunque no estoy seguro ─confesé mientras me fumaba un cigarrillo entero de una sola calada.

─¿Es por ella? ─inquirió Johnny intentando poner el dedo en la yaga.

─Sí, así es. Me está siendo imposible olvidarla. Imagínate lo felices que fuimos, siempre juntos, donde iba yo iba ella, siempre pegada a mi piel y ahora… ya ves.

─Lo superarás. Hay muchas otras. Reconócelo, yo te he visto con más de treinta en los últimos cuatro años. Tú lo sabes.

─Sí, pero son diferentes, ésta era especial. Era perfecta, todo el mundo lo decía ─reconocí mientras mis ojos empezaban a humedecerse.

─Mira yo sé que es duro, pero olvídala y a vivir; que son dos días.

─No sé si podré. Su pérdida me ha dado que pensar. Muchas ideas absurdas han venido a mi mente y creo que acabaré cometiendo alguna locura…

─¿No estarás pensando en matarte? Has de buscar una solución por la “via rápida”.

─¿No fue eso mismo lo que le aconsejaste a tu primo?

─Bueno sí, pero me malinterpretó. Fue arrollado por el AVE una semana después.

─Tranquilo, no pienso convertirme en una equis en una pared de la oficina de RENFE. Pensaba en ir a un concurso de televisión de esos.

─No puedo creer que montes todo este pollo por una puta camisa.

─No una camisa cualquiera, era LA CAMISA. Estaba echa a mi medida y si no me hubiera equivocado en la temperatura de lavado ahora estaría aquí.

─Bueno, centrémonos en lo que de verdad importa en la vida. ¿Sabes que han vuelto a subir el tabaco? Esos cabrones…

Veinte minutos después llegamos a nuestra zona de marcha favorita, aparcamos y le dimos calderilla al de la gorra que se había materializado de repente. El porqué pagamos este tributo urbano lo he olvidado, porque ni nos buscó el sitio él, ni fue amable, ni tan siquiera saludó. O bien nos cayó simpático o, tal vez, nos animó la navaja de dos palmos con la que se estaba limpiando las uñas.

Entramos a nuestro pub de siempre. Había una fiesta de una marca de whisky cuyo nombre, obviamente, omitiré para no hacer publicidad gratuita.

─Ponme un BALLANTINES con FANTA naranja y enciende ese aire acondicionado FUJITSU con bomba de calor incorporada, que llevó los CALVIN KLEIN pegados a la piel del sudor. Si no llega a ser por mi desodorante AXE FOR MEN y mi refrescante HUGO BOSS ahora estaría completamente empapado.

El párrafo anterior es una simple prueba para mandárselo a Emilio Aragón (se rumorea que va a montar una serie nueva y buscan guionistas). En verdad la escena tuvo un carácter menos comercial y sobraron las palabras, pues el camarero ya nos conocía y nos sirvió las copas nada más vernos.

─Deberías buscarte un nuevo reto. Algo difícil. Tú eres el tío más optimista que he conocido en mi vida. No puedes ahogarte por una nimiedad como esa. No hay que montar una escenita por cualquier tontería. Ni que fuera el fin del mundo ─me consolaba Johnny mientras llamaba al camarero con la mano─. Roberto, un Fortuna…

─No hay tabaco, la máquina se ha jodió la semana pasada y no han venido…

─¿Qué NO HAY TABACO? Pero, ¿QUÉ ES ESTO? Dios, ¿A DÓNDE SE HA IDO ESTE PAÍS? ¿EN QUÉ NOS HEMOS CONVERTIDO? ¿NO OÍS LA OCTAVA TROMPETA DEL APOCALIPSIS? Somos capaces de mandar naves a Marte y NO PODEMOS MANDAR A NADIE AL ESTANCO DE LA ESQUINA…

─Johnny, deja de gritar, que te está mirando todo el mundo. Johnny, Joooohnny…

Dos minutos después…

─No entiendo por qué nos han echado. Fue una reacción lógica ─explicó haciéndole mimitos a su mechero─. En fin, ¿dónde vamos?

─Yo iría a aquel ─señale vagamente a un local de cuyo nombre no puedo acordarme─. Me han dicho que está repleto de tías y no es muy caro, aunque la música es un poco patética…

─Si hay tías y máquina… estupendo.

Entramos al local. Lleno hasta la bandera, en su mayoría población femenina (¡y qué población!).

─Con tanta tía buena no veo la máquina del tabaco. ¡Vaya mierda de garito!

─Detrás de ti ─le indiqué.

Unos segundos después me di cuenta de que todo el mundo nos miraba. Se hizo un silencio sepulcral (musicalmente fue el mejor instante de ese pub en muchos años). Empezaba a ponerme colorado. Instintivamente me giré y vi a Johnny abrazando la máquina con pasión.

Johnny abrió los ojos y se dio cuenta del protagonismo que había adquirido con el curso de los acontecimientos. Soltó la máquina, recogió el paquete y el cambio y se acercó.

─No pasa nada. Es que se había enganchado una moneda ─explicó mirando a su público.

La música (generoso término este) volvió. “Bailaaaaaaaarrrrr, bailaaaaaaaaarrrr”, vomitaban los altavoces mientras la gente se movía espasmódicamente.

─Johnny estás muy mal. Empiezas a preocuparme. Tu obsesión con el tabaco ha aumentado. Últimamente lo mencionas cada dos frases.

─No exageres y fumémonos la pipa de la paz ─dijo con tono conciliador.

Aunque pienso que en sus palabras había algo que me daba la razón, nunca supe el qué.

Después seguimos hablando, bebiendo y oyendo esa música (que Dios, en su infinita bondad, me perdone por la profanación de esta palabra).

“Mayoooonesaaaaaaaaaa”, coreaban todos sustituyendo los espasmos por unos horribles movimientos que no me atrevo a calificar (de aquí a dos tequilas más lo intentaré).

Mala noche para buscar la esperanza en los que me rodean, pensaba haciendo una panorámica lenta del antro. Pero algo cambió.

La vida se llenó de sentido en un segundo. La primavera llegaba de nuevo (lectores alérgicos al polen: despegaros de la pantalla). Cupido disparaba sus flechas cual elfo rubio en “El señor de los anillos” haciendo diana en mi maltrecho corazón (o eso, o era un atisbo de infarto).

Ella acababa de entrar, jovial, con su expresión entre inocente y pícara, sus largos cabellos verdes, perdón… azules, no, no, rojos, no … ¡putas luces!

Johnny miraba también y se quedó anonadado. En su estado pétreo el cigarrillo se le cayó de la boca, mientras un hilo de baba se descolgaba de su barbilla.

─¿Ves lo que yo? Impresionante, ¿verdad? ─le pregunté sin esperar respuesta.

─¿Dónde habrá estado toda su vida? Estas son las cosas de la vida por las que moriría. Tengo que sentir su sabor cuanto antes….

Johnny se dirigió con paso decidido hacia ella. “Yo la vi antes”, pensé considerando la injusticia de que se fuera con él, aunque en el fondo le deseaba suerte.

Mi coleguilla pasó junto a ella a toda velocidad, sin ni siquiera mirarla, haciéndole caer de un empujón involuntario. “Oh, mi princesita se ha desplomado”, pensé poniéndome de un horterilla subido que ya me estaba preocupando.

Me acerqué a ella y haciendo uso del don de la palabra inicié esta conversación no apta para todas las edades por su alta carga erótica.

─¿Te has caído?

─No, siempre entro así, ¡jodido capullo!

No nos conocíamos y ya me trataba como una florecilla necesitada de cariño, ¡qué tierna! De momento los hados del destino estaban a mi favor, pues en lugar de hacer el ridículo, como solía hacer en estas situaciones cuando aún estaba sereno, estaba manteniendo esta prometedora conversación que tan maravillosamente había iniciado.

Le ayudé a levantarse y ella musitó un tímido “gracias”. Sentí una mano rodeando mi cintura, mi corazón se aceleró y llegó a mi oído tres sensuales palabras “prueba mi sabor”. Me volví emocionado, girando la cabeza y…

─Pero, tío, ¿qué ibas a hacer? ¿Pierdes aceite o qué?

─¡Coño, Johnny! Te he confundido con otra persona ─me disculpé más rojo que Lenin.

─”Prueba mi sabor” ¡Impresionante! Nuevo cajetilla de Fortuna con 25 cigarrillos. Más sabor al mismo precio. No sé lo qué es la felicidad, pero no debe ser algo muy distinto a esto ─reconocía mi amigo pletórico.

─¿No has visto una tía que había aquí? ─pregunté preocupado.

─Estoy aquíííí.

Miré hacia el suelo. Allí estaba ella con las piernas abiertas (no os confundáis, pedazo de guarros). Empezaba a dudar si ella distinguía los conceptos “pub” y “picnic”.

─¿Te has vuelto a caer? ─pregunté mientras le ayudaba a incorporarse.

─No, estoy haciendo un estudio sobre las dificultades de los minusválidos. ¿Será gilipollas!

─¿Quién?

─Mi padre…

─No tengo el gusto de conocerlo, pero si hizo algo como tú no debía serlo entonces.

─Oye, ¿te quieres quedar conmigo?

─¿Esta noche o para siempre?

─¿Tú eres siempre así?

─Sí, asombroso, ¿verdad? Aunque si me hubieras visto la semana pasada, llevaba una camisa que me favorecía mucho, pero mi madre me apuntó las temperaturas de lavado en una servilleta y sin querer la tiré a la basura y…

─Yo soy Johnny…

─Tú eres el que me ha tirado dos veces al suelo. Me he puesto perdido el pantalón y es el que uso para trabajar. Me van a echar un puro el lunes…

─¿Farias? ¿Monte Cristo? ¿Don Julián? ¿Caliqueño? ¿Cuba…

─¿De dónde habéis salido? ¿Es esto una cámara oculta? Dadme mi ramo, saludo y me voy.

Un pakistaní que estaba asediando a todas las parejas con las rosas pasó por al lado.

─Muchas gracias ─dijo ella arrancándole las flores, con una fingida sonrisa en sus sensuales labios y saludando a una cámara imaginaria.

Ella se evaporó con su regalo y mi corazón, el cual, por cierto, prometió arrancármelo el pakistaní si no le pagaba las setenta rosas (yo calculé sesenta y cinco menos).

Al final yo acabé con sesenta euros gastados en flores para otra flor (no, si tendrá razón mi perra Kayra cuando dice que me he vuelto un “cursi”) y Johnny con una perenne sonrisa estúpida mientras miraba con lascivia el nuevo paquete de 25 cigarrillos (“¿tal vez el próximo sea de 50?”, suspiró antes de dejarme en casa).

Eso es todo, por ahora. Descansad amiguetes que esto no ha hecha más que empezar. Hala, abrazos para todos y besos para ellas.

Ta luego.

Juan Benlloch
(y cuatro Coronitas)

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Imagen de Twitter

Estás comentando usando tu cuenta de Twitter. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s