Una cosa u otra

Era martes, segunda semana de mes: día de pago de recibos. Los clientes se agolpaban dentro del banco cual camarote de los Hermanos Marx. El murmullo, tal vez griterío, iba  in crescendo hasta que un trueno rompió el aire.

—¡Se sienten tós, cojones! A mi derecha los idiotas, a mi izquierda los gilipollas —ordenó un atracador pistola en mano.

—Yo no soy ningún idiota —respondió airadamente un individuo malcarado.

—Pues ponte a mi izquierda, gilipollas —aclaró el atracador con lógica aplastante.

—Yo no soy ni una cosa ni otra —intervino una mujer mientras guardaba un fajo de billetes en el bolsillo.

—Ahí me has pillao. Pues ná, vete a casa —concluyó el atracador superado por el intelecto de la dama.

Y es que en esta vida, si te quedas a ver un atraco puede ser por dos cosas: eres idiota o gilipollas.

 

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